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Hace exactamente diez años, ocurría uno de los momentos más importantes en la historia reciente de la NBA. Lejos de las canchas y dentro de un estudio de televisión, uno de los atletas más reconocidos del mundo pronunciaba un par de palabras y cambiaba por completo el balance de poder de la liga: LeBron James y la ya emblemática entrevista conocida como The Decision.

Luego de siete temporadas en los Cleveland Cavaliers, institución que lo había elegido en la primera posición del Draft de 2003, James decidió que no podía esperar más y debía moverse por su cuenta para ganar el tan ansiado campeonato. Ya había sido MVP de la etapa regular y había liderado a un plantel no tan brillante hacia las Finales de 2007, pero su esfuerzo no alcanzaba nunca para poder reinar en la competencia. Entonces, entró a la Agencia Libre de 2010 con un sinfín de ofertas de las demás franquicias.

Pero, más allá de analizar todos los ofrecimientos, The King tomó la determinación de unirse al Miami Heat de Dwyane Wade. Lo peculiar de su movimiento tuvo que ver con aquella famosa jornada en la que se le dedicó un programa especial de ESPN a contar lo que sucedería con su futuro: “En este otoño llevaré mis talentos a South Beach y me uniré al Miami Heat”, soltó el alero ante las cámaras.

Esa frase tuvo una connotación negativa y comenzaron a tratarlo de soberbio e incluso de traidor. Se quemaron camisetas con su nombre y hasta David Stern criticó la forma en la que había manejado la situación. Toda la plata conseguida a través de The Decision fue donada a organizaciones benéficas, pero nada de eso apareció en la agenda mediática. LeBron pasó de joven maravilla a villano y el súperequipo que conformó con el mencionado Wade y Chris Bosh se transformó en el conjunto al cual todos querían batir.

Eventualmente, el Heat alcanzó las Finales de la NBA en las cuatro temporadas que James vistió esa camiseta. Ganaron dos títulos y él fue el MVP Finals de ambos, consolidándose como el jugador más determinante de la época. En 2015 volvió a Cleveland y pudo reconstruir la relación que tenía con los de Ohio, pero esa es otra historia. Una que parecía prácticamente imposible hace una década.