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Hay momentos que uno no olvida en su vida. Y seguramente eso le haya pasado a Sergio Hernández por la mente recordando sus momentos con la celeste y blanca, cuando vio el final del partido entre Argentina y Brasil y el festejo del que hasta hace poco más de un año era su equipo. Y su alegría por aquellos jóvenes que vio crecer y convertirse ahora en campeones de América era indisimulable.

Pero no solo por los jugadores, sino que en el banco se encontraba un Pablo Prigioni que fue clave en su primer ciclo como entrenador del seleccionado argentino, siendo pieza ireemplazable tanto en el Preolímpico de Las Vegas 2007 como en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Y allí, en el Geraldao Arena de Recife, se fundieron en un abrazo que demostraba admiración y respeto entre ambos.

Luego de aquel momento, Hernández contó que “en el banco se vive de otra manera, se sufre mucho. Como entrenador tenés esa doble cosa de hincha que querés hacer cosas, más allá de que Pablo hizo todo bien. Feliz porque demostramos buen juego, se complicó, pero demostramos mucha personalidad”.

Como Luis Scola desde Nueva York, como seguramente el resto de la Generación Dorada y tantos otros grandes, Sergio Hernández no se perdió la final y festejó como un hincha más el enorme logro argentino.