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El paso de Darko Milicic por los Pistons fue catastrófico y, a pesar de que logró un anillo en la franquicia en 2004, su carrera en la NBA se atascó en vez de despegar. La rigidez de Larry Brown, un plantel plagado de veteranos y su propia rebeldía fueron algunos de los factores que frenaron su crecimiento.

El serbio estaba llamado a ser uno de los mejores de su generación por su calidad para hacer un poco de todo en ataque, en una época en la que los pivotes se destacaban por dominar de espaldas y no de frente como en la actualidad.

Todo este crisol provocó que Milicic busque otro tipo de alegrías. La respuesta estaba fuera de las canchas y el exceso de velocidad al manejar su auto era una de las puertas de escape.

“Manejando era un loco, es verdad. Tenía un Mercedes clase S, turbo, y lo pisaba en la nieve”, recordó Carlos Delfino en una entrevista para Infobae.

De hecho, esas decisiones llevaron a dos internacionales a un destino desconocido: “Patinábamos por todos lados y una noche terminamos en un ghetto de Detroit. Mamita, las caritas que vimos, no asustamos bastante. Creo que los dos transpiramos más en el auto que en la cancha, por lo mal que la pasamos y, claro, también por lo poco que jugábamos”.

Su destino estaba marcado y así finalizó la historia en ese periplo: ​​“Claro, hacía tantas de esas que un día le sacaron el carnet de conducir. Pero él nunca dejó de manejar. Decía ‘no importa, cuando la Policía me para digo que soy Milicic y no pasa nada’. Pero, bueno, un día empezó el entrenamiento y faltaba Darko. Y sí, ese día le había tirado con el apellido a un policía y terminó en un calabozo. De esas macanas hizo muchas”.