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El escritor Paulo Coelho anotó en su libro Aleph que "el silencio también es una respuesta". Seguramente no pensó en Julio Mázzaro al anotar esas palabras, pero sí que se pueden aplicar a la relevancia que tuvo el tirador en sus tiempos de jugador en la Liga Nacional de Básquet. Su personalidad siempre fue de pocas letras y mucho ejemplo, diciendo en la cancha lo que no pronunciaba fuera de ella. 

Jugaba de escolta y era uno de esos tradicionales, capaz de liquidar con el cielo del ataque despejado con mil recursos, desde el dribling y también tras recepción, con una mecánica sublime y un instinto asesino. En su paso por la Liga vistió las camisetas de ocho equipos y en solo cuatro de esas 15 temporadas promedió menos de diez puntos. 

En total convirtió 9514 tantos (1995 dobles y 1128) que le permitieron ser un matador, con medias históricas de 15.0 puntos, 2.1 rebotes y 1.4 asistencias en 26.7 minutos. Desde Bahía Basket hasta Quimsa, Obras Sanitarias, River, Boca, Lanus y Estudiantes de Olavarria, el tirador deleitó a caudales con su sangre fría. 

Tal fue su talento anotador que esos 9514 le permiten ser hasta el día de hoy uno de los 20 máximos anotadores en la historia de la Liga Nacional (puesto 18) y uno de los más recordados de la época del 2000.

También su calidad es representativa de que no siempre hay que usar la capacidad descriptiva, pero sí la intuitiva. Para qué hablar, si el silencio puede matar. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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