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Antes de convertirse en una de las grandes figuras del básquet femenino, Caitlin Clark destacaba en otro deporte: el fútbol. Nacida en West Des Moines, Iowa, Clark mostró desde muy pequeña un talento innato para el deporte. En su infancia, fue una de las estrellas del West Des Moines Soccer Club, donde compitió en torneos de alto nivel. A los once años, ya se había ganado un nombre dentro del fútbol juvenil al participar en un campeonato 9v9, demostrando un impresionante dominio ante los arcos.

El impacto de Clark en el fútbol fue aún más notorio cuando ingresó a Dowling Catholic High School. Allí, no solo se convirtió en una de las grandes promesas del básquet, sino que también brilló en el equipo de fútbol. En su temporada como freshman, anotó 26 goles en solo seis partidos, un récord sobresaliente para una debutante. Este desempeño la llevó a ser la única jugadora de primer año en ser seleccionada para el equipo All-State, un logro reservado para las mejores atletas del estado.

Sin embargo, su amor por el básquet terminó inclinando la balanza. Poco a poco, Clark decidió enfocarse exclusivamente en el deporte que la llevaría a la cima, pero su éxito en el fútbol dejó una huella imborrable. Con su habilidad para leer el juego, su visión periférica y su precisión en los pases, Caitlin trasladó muchas de sus destrezas futbolísticas al baloncesto, donde hoy sigue sorprendiendo. Actualmente, como jugadora profesional, ha roto el récord de asistencias en una temporada de la WNBA, acumulando 337 asistencias, así como también el récord de triples (122) y robos (53). En resumen, puro talento para el deporte en general.