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Karl-Anthony Towns concluyó su primer Mundial FIBA con República Dominicana hoy, siendo una cuenta pendiente de hace mucho tiempo con la nación originaria de su madre. El interno estrella de la NBA se despidió de la Copa del Mundo con 25 puntos y 7 rebotes ante Serbia en la derrota de su conjunto.

"Este es uno de los torneos más divertidos que he jugado. Tuve una gran alegría jugando con estos chicos. Cuando llegamos aquí, el mundo esperaba que nos estrelláramos en la cara, que no fuéramos contendientes y que no ganáramos juegos. Que fuéramos uno de esos equipos fáciles de enfrentar, pero no hicimos eso en absoluto. Salimos aquí y espero que hayamos hecho que nuestro país se sienta orgulloso con la forma en que competimos”, declaró KAT luego del juego, haciendo un fantástico papel en el Mundial con Dominicana.

“Las cosas eran diferentes cuando jugaba por este país hace 13 años. Era una situación diferente para mí, era un jugador suplente sin minutos. Pero siempre tenía tanto orgullo en ponerme esta camiseta. Estoy tan bendecido y honrado de que mi madre me haya dado una herencia y una cultura. La República Dominicana significa el mundo para mí", agregó Towns, feliz de haber cumplido con su misión.

La superestrella del elenco del Che García concluyó su Copa del Mundo con promedios de 24.4 puntos, 8.0 rebotes y 1.6 asistencias por juego, logrando tres dobles dobles en sus cinco encuentros para la República Dominicana. KAT logró que el país caribeño superara todas las expectativas, y creó un vínculo emocional profundo con una nación a la que, durante más de una década, le dio la espalda en otras competencias.

Towns nunca escondió, a lo largo de todo el Mundial, su pasión por vestir la camiseta Dominicana en vez de la de Estados Unidos, algo que por ejemplo Paolo Banchero decidió hacer, rechazando sus raíces italianas. Al margen de eso, la realidad es que KAT no sólo disfrutó de la Copa con la nación, sino que formó un lazo y reparó la relación rota que tenía con el país, como una deuda que debía saldar por tantas ausencias. Por ello, y por su felicidad al hacerlo y superar los obstáculos que se creían imposibles, el Mundial no fue un torneo más para Karl-Anthony Towns, sino un legado de su madre al que decidió honrar en Filipinas, Japón e Indonesia.