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Las injusticias raciales son algo que va más allá de cualquier deporte o actividad. Como una problemática social, atraviesan todos los escenarios que tienen que ver con las relaciones humanas. Erradicarlas de un lugar en específico parece prácticamente imposible, pero la NBA ha tomado medidas que sirvieron para luchar más firmemente contra el racismo. Lo ha hecho, en esencia, impulsada por la fuerza de los jugadores que la componen. Estos de ahora y aquellos del pasado, quienes abrieron las puertas. Sin embargo, existieron momentos en los que las medidas eran tan discriminatorias que rayaban lo absurdo. Kareem Abdul-Jabbar lo vivió en carne propia.

Sucedió durante 1967 en la NCAA, cuando todavía se llamaba Lew Alcindor y formaba parte del primer equipo de UCLA. El pivote venía de arrasar en el básquet de secundario y de convertirse en una estrella del deporte de la ciudad de New York por su capacidad atlética y su técnica. Curiosamente, un año después de su llegada, la organización universitaria prohibió terminantemente las volcadas. ¿La razón? Quitarle dominio principalmente a Alcindor, pero hacerlo generalizadamente con todos los atletas afroamericanos que participaban de la misma. En esos tiempos, la mayoría de los jóvenes que recurrían en esa práctica eran negros.

Esa prohibición que terminó en 1977 no le impidió transformarse en uno de los máximos exponentes en la historia de la competición: ganó tres campeonatos, fue tres veces el Jugador del Año y luego llegó al profesionalismo para seguir su camino triunfal. No obstante, jamás se olvidó de aquello: “La volcada es uno de los placeres más grandes para el público. Y, la verdad, no hay una buena razón para quitarla más allá de que un negro como yo y como otros se esten quedando con el deporte”, sentenció cierta vez Abdul-Jabbar. Un hombre que, además de ser una leyenda dentro de la cancha, jamás le ha escapado a este tipo de cruzadas contra la discriminación.