Chapu Nocioni y su llegada a los Bulls previo a Atenas 2004
21:31 22/07/2024 | Andrés vivió los días previos a los Juegos Olímpicos con su fichaje en la NBA de la mano de unos Bulls que lo seguían hace tiempo. La historia de su arribo a la mejor liga del mundo.
Chapu Nocioni fue uno de los que, después del Oro olímpico, desembarcó en la NBA. Allí, los Bulls decidieron ficharlo en la previa a Atenas 2004, aunque el propio Andrés no lo tenía como un objetivo desde los inicios, algo más normal dado los pocos albicelestes que habían jugado hasta ese momento.
En Chapu, historias de un Guerrero, repasamos esa historia:
Durante la temporada, en alguna oportunidad, Querejeta había hablado con Villanueva para extender el contrato de Chapu por varias temporadas, pero cuando terminó la 2003/04 apareció un actor imprevisto: Real Madrid. “Yo estaba en Argentina, pescando, cuando me llama Claudio y me dice que el Real Madrid me quería comprar”. Lo que a cualquier jugador le hubiese resultado una enorme alegría, para Nocioni no lo fue tanto. Él estaba cómodo en Vitoria, ni pensaba en la NBA y se lo tomó como que el Baskonia ya no lo quería tanto. “Viajé a Madrid para negociar con el Real -dice Villanueva-, pero finalmente no se concretó nada. Y Andrés quedó dolorido porque sintió que se lo querían sacar de encima en Baskonia. No era así, simplemente era un negocio”.
“Querejeta me llamó para decirme que el Madrid le ofrecía mucho dinero y me explicó que el Baskonia, con ese dinero, podía armar prácticamente un equipo nuevo. Llegué a hablar por teléfono con Lolo Sáinz, que en ese momento manejaba al Real. Cuando ellos le hacen la oferta a Claudio, me pareció demasiado normal. Y contesté que para eso me quedaba en Vitoria. Porque pagaban una fortuna por el pase, pero yo no veía un peso. Y encima el Madrid era peor equipo que el TAU. Y medio me trabé. Me enojó un poco que me quisieran vender. Entonces le dije a Claudio que por qué no llamaba a Mike Cound, que era el agente de contacto que teníamos en Estados Unidos, para ver si salía la chance NBA, porque el año anterior se había acercado Philadelphia para preguntar, pero no le habíamos dado importancia”.
Villanueva llamó a Cound, que inmediatamente se comunicó con Nocioni para decirle que Chicago Bulls estaba decidido a ficharlo. “A mí la NBA no me interesaba. No me cerraba. No era mi objetivo. Entonces le daba poca bola, aunque sabía que todos los años había algunos equipos interesados. Justo en ese momento se da lo del Madrid, lo de no haber podido ganar ni la ACB ni entrar a la F4 de la Euroliga y me quedó la sensación de que no me querían. Me ofendí. Me tocaron los sentimientos. Con el tiempo me dí cuenta de que no era así y que simplemente Querejeta tenía un buen negocio enfrente que podía ayudar a su club, y lo entendí”.
El presidente del Baskonia, hombre del deporte y de negocios, lo tiene claro: “Irse a la NBA fue una progresión natural. Era el mejor tres de Europa y su juego se adaptaba perfectamente a la NBA. Daba mucha pena perder a un jugador de ese nivel, pero era normal. Chapu no perseguía la NBA. No la tenía en la cabeza, pero la superioridad que tenía en Europa lo hacía lógico”.
A todo esto, las negociaciones se mantenían bastante en secreto. En Argentina, la preselección se preparaba para comenzar su concentración con vistas a la gran cita del año: los Juegos Olímpicos de Atenas. Magnano había convocado al equipo el 12 de julio en el Hotel ACA de Córdoba, con una previsible ausencia inicial, ya que Manu Ginóbili se había casado y estaba de luna de miel. Sin embargo, una segunda ausencia de dio ese 12 de julio. Esa misma noche, Nocioni tomaba el vuelo 908 de American Airlines a Miami, con destino final Chicago, junto con Claudio Villanueva, para reunirse con la gente de los Bulls, con el Baskonia al tanto. “Antes de viajar -cuenta Villanueva-, le mandé un mensaje a Querejeta avisándole que íbamos a Chicago”. Llegados a Estados Unidos, Chapu tuvo una sensación que no esperaba: “Fue impactante, por eso me agarraron más ganas todavía de ir. La verdad es que no sé bien a qué iba. Creo que más de curioso, porque no había algo concreto. No tenía idea qué podía pasar. Y debo reconocer que Chicago me sorprendió y, de alguna manera, me compró. Me hicieron ver un mundo diferente. Nos estaban esperando en el aeropuerto con una limusina, con una botellita de whisky adentro. Claudio estaba fascinado. Como faltaba un rato para la reunión, nos llevaron a dar una vuelta por Chicago. La ciudad estaba hermosa, porque era verano todavía. Me entró por los ojos”.
Después del paseo, Chapu, Villanueva y Cound se juntaron a almorzar con John Paxson, general manager de los Bulls y Scott Skiles, el entrenador. “Scott me hizo muchas preguntas sobre qué le podía dar al equipo. Me dijeron cosas de mi juego que les gustaban. Todo traducido por Cound”.
Aunque la cosa venía más o menos bien, había un obstáculo importante, y era el dinero que el Baskonia pedía para rescindir el contrato: 3.6 millones de dólares. Querejeta había sido claro en que no pensaba bajar un centavo su precio, y todos sabían que cuando Querejeta decía eso, lo cumplía. La NBA, en estos casos, por su regla con equipos FIBA, solo autorizaba a los Bulls a desenbolsar 500.000 dólares, por lo que había que solucionar ese problema. “Yo hablé con Querejeta para que bajara la cláusula, pero no me dio pelota. Me dijo que eran negocios. Aunque esperaba una rebaja, lo entendí. Él estaba vendiendo su producto lo mejor posible. Cuando Chicago me hace la primera oferta, sacando el pago que yo tenía que hacerle al TAU, era cambiar la plata, entonces le dije a Claudio que así no iba. Que me volvía a jugar un año más en Baskonia, el que me quedaba de contrato, y después quedaba libre”.
Cuando la negociación con los Bulls se trabó, Villanueva amagó con armar las valijas e irse: “Fue un momento tenso, porque en la reunión supuestamente íbamos a cerrar el contrato, pero me planté y les dije que no se iba a poder hacer porque Andrés perdía mucho dinero. Estaba en la reunión también una persona que era como un secretario general de Chicago, que me miró, agarró unas carpetas, y nos pidió que esperáramos un rato. Y se fue”. Fueron 20/25 minutos, que parecieron años. Nocioni los veía a lo lejos. Paxson y el secretario hablaban. Parecía que discutían. “Hasta que en un momento se dan la mano. Lo miré a Claudio y le dije, ‘me parece que nos van a pagar lo que les pedimos’. Ahí vino Paxson y dijo que aceptaban nuestra oferta. Y se cerró la operación”. Para festejar el acuerdo, organizaron una cena en el “mejor restaurante italiano del mundo”, según palabras del secretario general. Eran 10/12 personas. Incluido BJ Armstrong. Cuando el maitre se acercó a tomar el pedido, Villanueva y Nocioni se dieron cuenta rápidamente que era mexicano, por lo que empezaron a hablarle en español. El directivo de los Bulls, cuando los escuchó, se quería matar: “Toda la vida pensando que este era un restaurante italiano genuino y resultó mexicano”.
Había viajado para ver qué pasaba y se terminó yendo con un contrato de 3 años y casi 9.25 millones de dólares, aunque de ahí debía salir el dinero para el Baskonia. “La verdad es que terminó siendo menos de lo que pensaba, porque yo no tenía tanta idea del tema de los impuestos, los agentes. Tuve que comprar una casa, un auto. El primer año cambié plata. No pude hacer una diferencia. Igual estaba contento”.
La alegría no podía ser mayor. Llegaba a la NBA, al equipo del que había sido hincha de chico con su ídolo, Scottie Pippen, se avecinaban sus primeros Juegos Olímpicos con la ilusión de conseguir una medalla y, como postre, Paula esperaba al primer hijo de la pareja. “Ella preguntaba, quería saber dónde íbamos a ir, sobre Chicago, pero nunca puso problemas. Lo único que después me reputeó cuando fue a Chicago, porque yo le había contado todas maravillas y cuando ella llegó hacía 30 grados bajo cero”.
El embarazo de Paula se había dado en España, cuando todavía ni pensaban en Chicago. Paula no se olvida más del día en que se enteró. “Estaba con un atraso, entonces fui a comprar un test de embarazo y dio positivo. Lo hicimos juntos con Chapu. El se reía, se miraba para su bragueta y gritaba ‘¡vamos carajo!’ Estaba muy contento”.
Alejandro Malky / [email protected]
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