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“Él es nuestro tipo de persona. Es un chico del Heat. Este hombre es como nosotros”. 

Eso fue todo lo que necesitó decir Dwyane Wade para convencer a Pat Riley y Erik Spoelstra de que Jimmy Butler era la pieza perfecta para ellos. 

Dwyane y Jimmy habían jugado juntos en los Bulls y cuando el primero regresó a Miami tras unas erráticas experiencias en Chicago y Cleveland les dijo a Pat y Erik que Butler podía ser su sucesor en pos del ascenso que estaban preparando para dominar la NBA. 

La gerencia del Heat pensó mucho la decisión, pero finalmente decidió escuchar a Wade y contrató al bueno de Jimmy, apostando por un jugador que en muchos pasillos de la liga era considerado tóxico. 

Mal compañero, egoísta, vago, no había un adjetivo que escapa a Jimmy en todos los medios especializados de Estados Unidos. Nada de eso importó cuando Butler llegó a Miami y la primera vez que el plantel decidió entrenarse con el recién llegado ocurrió algo sorprendente, que significó una muestra de compromiso, pero también de su ética de trabajo. 

Habían quedado en practicar a las seis de la mañana. Duncan Robinson fue el primero en llegar y al entrar a la cancha vio a Jimmy empapado de transpiración, entrenando desde quién sabe qué hora.  

Ese fue un gran ejemplo de lo que vendría después... En la actualidad nadie tiene la bola de cristal y no hay certeza de lo que le pueda pasar a Miami en los próximos partidos de las finales. Lo que sí está claro es que Butler logró disipar todas las críticas y jugar como uno más, adaptándose en todo momento a la famosa cultura del Heat. 

El resultado es pasajero. Lo que importa es su camino. Esfuerzo y corazón, no existe otra razón.  

Ignacio Miranda/ [email protected]
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