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A esta altura, ya no tiene demasiado sentido recordar o analizar lo que sucedió con Kevin Durant y su salida a los Warriors. De hecho, esa es la misma actitud con la que encara la campaña Russell Westbrook y el resto de sus compañeros: lo que pasó, pasó y ahora es tiempo de una nueva era en Oklahoma City.

Tal como estaba hasta la 2015/16, estaba claro que el Thunder era un equipo con aspiraciones al título, como lo demostró con su ventaja de 3-1 sobre los Golden State Warriors, en la final del Oeste. Sin embargo, mucho ha cambiado en el plantel de Donovan y la gran pregunta pasa por saber para qué están este año.

En principio, hay que decir que no solo han cambiado los nombres, sino también el esquema. OKC utilizará una formación más pequeña, con dos combo-guards como Westbrook y Oladipo, y un 2-3 como Roberson. En lugar de Ibaka, traspasado a Orlando, seguramente titularizará Sabonis, el hijo del gran Arvydas. La posición de pivote es la única, junto a la del base, que se mantiene: continúa un Steven Adams en franco crecimiento (puede ser su año de explosión).

A diferencia de la campaña anterior, donde terminaron con el 2° mejor ataque pero la 13° defensa, Oklahoma City se apunta como un equipo con enorme potencial en su propio campo. El perímetro Westbrook-Oladipo-Roberson será una pesadilla para los rivales, mientras que Adams ya empieza a asomarse como uno de los mejores internos en esa función, de todo el torneo.

¿Y en ataque? Bueno, está claro que allí la baja de Durant será muy difícil de ocultar. El quinteto inicial tiene una alarmante falta de tiro externo y sacando a Westbrook, realmente no tienen anotadores naturales. Más que nunca, casi todo lo que logre el equipo será por obra de su explosivo base, ya sea para conseguir puntos propios o habilitar a compañeros abiertos.