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No hubo momento en este mes y medio desde que el equipo argentino empezó sus entrenamientos que no hayan pensado en este partido. Ni uno. Y encima, frente a Brasil, que por primera vez desde la existencia de la Generación Dorada mostraba un plantel bastante superior al argentino.

Pero los clásicos son eso: partidos que se emparejan, que son emocionalmente solo para mentes duras. Y en Argentina, hay varias. Quizá por eso, por un nivel de concentración magistral y por el compromiso de todos los que entraron de inicio (con la sorpresa de Gutiérrez por Herrmann para no mandar a Nocioni de entrada a matarse con Varejao), Argentina sacó ventajas casi desde el arranque, con Pablo Prigioni vestido de Superman, decidido a atacar él ante la imposibilidad de jugar pick and roll con Scola.

Pablo clavó sus primeros tres triples, Leo otro y Campazzo uno más, para redondear 10 minutos perfectos y dejar el tablero 21-13. El único punto negro eran las dos faltas de Nocioni. Después: control absoluto, más allá de algún corte al cesto de Leandrinho o carga ofensiva del rebote que terminó en gol por segunda opción.

Prigioni siguió dominando el panorama en el arranque del segundo período, pero con el resultado 25-18 tuvo que salir a descansar. Se juntó eso, con las salidas de Nocioni (desde antes) y de Scola (2 faltas en ataque), por lo que Campazzo decidió tomar la mayoría de las decisiones. Unas cuantas bien, pero otras no tanto. Magnano mandó al campo a Guilherme, Raulzinho y Taylor ante la ineficacia de Huertas, Marqiunhos y Splitter y le salió bien. El ala pivote clavó dos triples (uno con falta), que le dieron oxígeno, acercándose a 3 (29-26). 

El fallo de Brasil de 3, más el buen ingreso de Delía (2 puntos y buena defensa), y el retorno de Prigioni le dieron luz al equipo de Lamas, que terminó 36-33 la primera mitad, algo que todos hubieran firmado antes del inicio del partido.

El comienzo del tercer cuarto fue fatal, por múltiples razones. Argentina se quedó sin gol, Prigioni metió 3 faltas casi seguidas que lo pusieron en 4 y obligaron a sacarlo, Argentina erró 5 libres seguidos, Scola no entraba en el juego ofensivo y, ahora, la suerte estaba del lado de Brasil: dos dobles más falta seguidos le dieron confianza y así arrancó una racha de 18-6 que puso a los brasileños arriba 51-42. Muy buen partido de Raulzinho, defensa interior/exterior impecable, sobrecarga del rebote ofensivo y mejoría notable en la efectividad, favorecido porque algunos jugadores no podían meter la mano.

Argentina tuvo una reacción con coraje, con triples de Campazzo y Herrmann, pero seguía sin poder solucionar los problemas de Scola y Nocioni, que no conseguían buenos tiros y eso los frustraba. Brasil se llevó el tercer cuarto 57-49 con todo a favor. Eran 10 minutos a matar o morir.

Y no hubo caso de entrada. Brasil estaba muy cómodo, porque Argentina no presionaba demasiado arriba, porque movía el balón y terminaba con tiros de alto porcentaje y porque su rival no tenía forma de emparejarlo físicamente, donde Brasil ahora sí aprovechaba una ventaja enorme.

La diferencia se fue ampliando hasta ser indescontable, más allá de que faltaban más de 6 minutos de juego. Los triples que había fallado en la primera mitad empezaron a entrar, pero sobre todo tuvo rendimientos inesperadamente altos, como el de Raulzinho, una de las grandes figuras del partido junto con Marquinhos. 

Brasil sacó 20 (75-55), y controló el partido con mucha tranquilidad hasta el final. A Argentina hacía rato que no le quedaba ningún tipo de resto. Y perdió claramente. Brasil, de esta manera, cortó una racha de derrotas en partidos clave (Mundial 2010, JJOO 2012), y se metió entre los mejores 8 del mundo después de 12 años. Tendrá ahora la gran chance de ir por algo grande. Argentina, al revés: después de 20 años (9º en 1994), no entra en cuartos de final. Igual, la historia de este grupo increíble de basquetbolistas no cambiará. Nunca.
 

Fabián García (Enviado especial a Madrid, España)
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