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Gabriel Deck, el niño de Colonia Dora que nunca pareció querer nada, pero lo consiguió todo. Jugaba a ser Leo Gutiérrez en el volante de un tractor que simulaba ser el aro perfecto y en cada pique, desde pequeño, ya escribía hermosos sonetos. Un balón y un sueño, un deporte y una chance de superarse, de salir del pueblo y de llegar al objetivo que era su desvelo.

Callado, tímido y reservado, aparentaba que poco las cosas le importaban. Pero en la cancha explotaba y dominaba. Potencia, clase, control y diversión, aunque no lo demuestre, ir a verlo en Santiago del Estero era menester. 

Nunca pareció querer nada, pero trabajó para ganarlo todo. Desde Quimsa hasta San Lorenzo y Real Madrid, hijo de un progreso que jamás tuvo receso. Aprendió a tirar más fluidamente, ajustó detalles y con la pelota produjo a sus rivales un constante deceso.

Nunca pareció querer nada, pero ganó en Argentina, en España y casi en China. Su gloria no era mezquina, la Liga Nacional estaba detrás. Su familia, Colonia Dora y todo Santiago del Estero en su espalda también cargaban, era un hombre capaz. 
Nunca pareció querer nada, pero solo él sabía lo que quería, solo él vislumbraba todo lo que en el futuro llegaría. 

Nunca pareció querer nada, pero Gabriel Deck comprendía que en algún momento la NBA su puerta golpearía. 

Después de todo, lo que parecía no importarle fue lo contrario. Era su pasión, el esfuerzo de su vida. 

Tres, dos, uno... comienza una nueva osadía.  

Ignacio Miranda/ [email protected]
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