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La NBA se encuentra en un agitado escenario, marcado por las solicitudes de intercambio en equipos como Philadelphia y Portland, lo que dio lugar a un dominio mediático sobre el empoderamiento de los jugadores. El caso de James Harden, manteniendo virtualmente cautivo a su equipo, refleja el caos que los Sixers anticipan mientras esperan un intercambio que podría no materializarse. Una situación similar se vive con los Blazers y su estrella descontenta, Damian Lillard.

Este comportamiento no es inusual en la NBA moderna, y plantea un problema significativo. Sin embargo, el problema más acuciante podría ser la tendencia a la carga de partidos.Los jugadores estelares rara vez participan en el 90% de sus encuentros, lo que está afectando la experiencia de los fanáticos. Comprar una entrada no garantiza ver a los mejores jugadores en acción, ya que es probable que elijan no jugar por diversas razones.

Este hábito no solo frustra a los fanáticos que pagan por ver a las estrellas en la cancha, sino que también afecta a los equipos en competencia.

Los Clippers ofrecen un ejemplo claro del impacto de la carga de partidos. A pesar de gestionar sus descansos, Paul George y Kawhi Leonard han enfrentado lesiones recurrentes. Este método se extiende más allá de los Clippers. En los últimos años, prácticamente todas las estrellas han ausentado juegos estando saludables para preservar su resistencia.

¿La NBA dará alguna solución? Aunque la NBA no tiene un protocolo específico contra la carga de partidos, sí estableció un requisito mínimo de 65 juegos para ser elegible para premios. Aunque este cambio puede no ser drástico, es un paso prometedor para limitar la cantidad de partidos perdidos en una temporada. Ahora, para optar a los máximos honores, los jugadores deberán disputar la mayor cantidad de partidos posible. Mientras, con las problemáticas solicitudes de traspaso, aún no hay un remedio para tanto revuelo. Grandes jugadores, que por ahora, están lejos de empezar a la par que el resto de la Liga.