Indianápolis 2002, el señuelo ideal antes del Oro Olímpico
08:45 14/07/2024 | La Generación Dorada irrumpió globalmente llegando a la Final del Mundial. Argentina mostró debilidades en cierres, algo que confiaría al resto, pero que no se repetiría.
El Mundial de Indianápolis 2002 es un capítulo que la historia del básquet argentino jamás olvidará. Argentina estuvo a punto de coronarse campeón del mundo, pero una polémica decisión arbitral y la inexperiencia en momentos clave dejaron a la Albiceleste con las manos vacías. Sin embargo, este revés sería el preludio del mayor logro en la historia del básquet argentino: el oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004.
Argentina tuvo un desempeño notable en el Mundial de Indianápolis. Después de vencer al mítico Dream Team estadounidense, se encontraron dominando a Yugoslavia en la final. Pero el destino tenía otros planes. Dejan Bodiroga, estrella yugoslava, y una decisión controvertida de los árbitros en los últimos segundos del tiempo reglamentario, con una falta no cobrada a Sconochini, llevaron el partido a tiempo suplementario. Yugoslavia aprovechó la oportunidad y se consagró campeón mundial con un marcador de 84-77.
La decisión arbitral del dominicano Mercedes y el griego Pitsilkas fue un golpe devastador. "Sufrí varios años. Era un sueño recurrente que se me presentaba", recordó Sconochini años después. La falta no cobrada se convirtió en una cicatriz profunda en la memoria de los jugadores y los aficionados. Argentina había estado a segundos de alcanzar la gloria mundial, pero la falta de experiencia y la presión en los últimos momentos resultaron costosas. La derrota en Indianápolis forjó un espíritu de lucha y determinación que los jugadores llevarían consigo hasta Atenas 2004.
El camino hacia el oro olímpico comenzó en el Preolímpico de Puerto Rico en 2003, donde Argentina aseguró su lugar en Atenas a pesar de un rendimiento irregular. En los Juegos Olímpicos, el destino quiso que Argentina debutara contra Serbia y Montenegro, el equipo sucesor de Yugoslavia. El partido fue un enfrentamiento cargado de emociones y significados, y culminó con un agónico doble de Emanuel Ginóbili sobre la bocina, asegurando la victoria por 83-82 y cerrando una herida abierta desde 2002.
La base del equipo argentino se mantuvo, pero hubo cambios significativos que aportaron frescura y experiencia adicional. En Indianápolis 2002, Argentina contó con jugadores como Alejandro Montecchia, Fabricio Oberto, Luis Scola, Andrés Nocioni, Gabriel Fernández, Lucas Victoriano, y el capitán Hugo Sconochini, entre otros. Emanuel Ginóbili, aún desconocido para muchos en Estados Unidos, estaba a punto de comenzar su camino en la NBA con los San Antonio Spurs. Juan Ignacio Sánchez y Rubén Wolkowyski tenían experiencia en la NBA, aunque no habían dejado una gran impresión.
Para Atenas 2004, el equipo conservó su núcleo, pero añadió piezas clave. La inclusión de Walter Herrmann y Carlos Delfino, así como la maduración de Ginóbili, Scola, y Nocioni, fortalecieron al conjunto. Ginóbili ya era una estrella en ascenso en la NBA, Nocioni se unió a los Chicago Bulls, y Delfino se unió a los Detroit Pistons tras los Juegos. Estos cambios, junto con la experiencia acumulada y el espíritu de revancha, potenciaron al equipo hacia la gloria olímpica.
Argentina continuó su marcha triunfal en Atenas, enfrentando desafíos formidables y superando a equipos poderosos como Estados Unidos en semifinales. La final contra Italia fue una demostración de maestría y cohesión. El equipo, liderado por figuras como Ginóbili, Scola y Montecchia, jugó con una determinación inquebrantable, culminando en una victoria contundente que les otorgó el título olímpico.
La Generación Dorada no solo ganó el oro, sino que dejó una marca indeleble en la historia del deporte. Su victoria en Atenas fue un testimonio de su capacidad para superar la adversidad, aprender de sus errores y mantener la fe en sus habilidades. El básquet argentino completó un círculo de felicidad completa en Atenas 2004.
El camino desde Indianápolis 2002 hasta Atenas 2004 fue un viaje de crecimiento y redención. La derrota en el Mundial fue un señuelo, una lección que preparó a Argentina para alcanzar el oro olímpico y dejar un legado de grandeza que será recordado por generaciones.
Pablo Catalá / [email protected]
En Twitter: @basquetplus
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