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Uno de los jugadores más talentosos que hayan pisado una cancha de básquet, falleció este sábado a los 75 años de edad. Estamos hablando de Connie Hawkins, un adelantado a su tiempo y leyenda en cuatro áreas distintas del baloncesto estadounidense.

Hawkins poseía una combinación de altura (2,03), explosión atlética y manejo de balón muy similar a la que vemos hoy en día en los mejores aleros de la NBA. Todo eso, por supuesto, en un básquet de hace más de 50 años atrás.

La razón por la cual Hawkins no es un nombre tan fuerte como el de otros jugadores de su talento, tuvo que ver con una injusta decisión en su contrato durante su etapa NCAA: fue involucrado en un caso de apuestas en la Universidad de Iowa, a pesar de que cuando ocurrió, ni siquiera tenía permtido formar parte del equipo (era novato).

Hawkins no solo fue expulsado de la universidad, sino que además quedó proscripto en cualquier otra institución de la NCAA, NAIA o NBA. El nacido en Brooklyn, ya era desde joven una leyenda del famoso campo callejero Rucker Park, por lo que ofertas a pesar de la prohibición no le faltaron.

Tras un par de experiencias en ligas de desarrollo, en 1963 se unió a los Harlem Globetrotters, donde estuvo hasta 1967. A partir de ahí, volvió al baloncesto competitivo para brillar en los Pipers de la ABA (liga que buscaba pelear con la NBA): en dos temporadas promedió 28,2 puntos, 12,6 rebotes y 4,3 asistencias, consagrándose además campeón y MVP en 1968.

Finalmente, Hawkins le ganó un juicio a la NBA y a los 27 años (1969), pudo sumarse a los Phoenix Suns. Más allá del tiempo perdido, sobre todo en una época donde los jugadores tenían un período de carrera mucho más corta, el espectacular alero se las arregló para dejar su huella en los Suns: en cinco años promedió 20,,5 puntos, 9 rebotes y 4,3 asistencias. Luego, finalizó su etapa profesional en los Lakers, donde se retiró en 1976. 16 años después, en 1992, tuvo una justa llegada al Salón de la Fama.