Río 2016

La excepción: Estados Unidos y su única final perdida

20:40 20/08/2016 | Estados Unidos ha disputado 15 finales olímpicos y tiene marca de 14-1. Recordamos la única vez en la que cayeron.

Belov y su histórica bandeja

La historia de Estados Unidos en las finales olímpicas es prácticamente inmaculada. En 15 ocasiones los estadounidenses han llegado a la definición de torneo y en 14 de ellas, se volvieron a su país con el oro. Pero así como toda regla tiene su excepción, esta no le escapa a dicha norma.

Para encontrar la única derrota en una final olímpica de los norteamericanos, hay que viajar a 1972 y más precisamente a la ciudad de Munich, por aquel entonces perteneciente a Alemania Occidental. ¿El contexto? Estados Unidos había ganado los siete Juegos Olímpicos desde la inclusión del básquet en los mismos y nunca había perdido perdido un partido. Del otro lado, aparecía Unión Soviética, quizá con uno de los mejores planteles que el básquet FIBA haya visto en su existencia (Aleksandr Belov, Sergei Belov, Modestas Paulauskas y Gennadi Volnov, entre otros).

Demostrando su poderío, los soviéticos fueron más en el primer tiempo y lograron frenar al poderoso ataque estadounidense (en aquel entonces usando jugadores NCAA), para irse al descanso largo con ventaja de 26 a 21. Lo que vendría en la segunda mitad, sería una de las controversias más grandes en la historia de este deporte.

Faltando un minuto, Unión Soviética mantenía una pequeña ventaja (49-46), hasta que un doble largo de Jim Forbes descontó y dejó a los americanos abajo por la mínima. En la siguiente posesión, los soviéticos movieron el balón intentando descontar segundos, hasta que Doug Collins se metió en una línea de pase, interceptó la pelota y corrió a gran velocidad al aro contrario. Con tres segundos por jugar, Collins buscó una bandeja pero mientras la intentaba fue cortado con falta.

La futura estrella de los 76ers no falló desde la línea y dejó a su equipo 50-49, faltando tres segundos. Y ahí fue donde empezó el descontrol: Vladimir Kondrashin, técnico soviético, intentó pedir un time-out durante los libres de Collins, pero la mesa de control no se lo dio y su equipo repuso el balón. Cuando el tiempo parecía que se extinguía, un oficial finalmente decidió frenar la jugada ante los reclamos de Kondrashin y resetear el tiempo, forzando otra reposición debajo del aro de los euroasiáticos.

Un segundo intento de reposición también falló: la mesa de control volvió a equivocarse, al no colocar tres segundos en el reloj y por lo tanto, la jugada no fue válida. Sin embargo, el equipo estadounidense no se percató del error y comenzó a invadir la cancha para festejar, pensando que el partido había terminado.

Luego de algunos instantes de confusión, se decidió que Unión Soviética tendría un tercer intento. Y como no podía ser de otra manera, la tercera fue la vencida. El pase de aro a aro cayó en manos de Aleksandr Belov, quien luego de recibir entre dos norteamericanos, quedó libre para una bandeja tan sencilla como histórica. Belov no falló y le puso punto final a un encuentro por demás polémico.

Enfadados con el fallo, los estadounidenses protestaron ante los oficiales de turno, pero un comité de cinco dirigentes resolvió en favor de los soviéticos, quienes se quedaron con el oro por 51-50. Con todo lo que ocurrió, no sorprende que Estados Unidos nunca haya ido a recibir sus medallas de plata, que aún hoy descansan en una oficina en Lausana, Suiza.

Tal fue la frustración para aquellos jóvenes de Estados Unidos, que aún hoy mantienen el dolor por lo ocurrido, quedando marcados (en su visión, injustamente), como los únicos de su país en perder una final olímpica. A tal punto la herida sigue abierta, que en una entrevista reciente Doug Collins señaló que nunca ha vuelto a ver el desenlace de aquella final y que el solo hecho de recordarla, lo deprime.

Este domingo Serbia tendrá la oportunidad de ponerle un cierto broche a esos fantasmas, agregando un capítulo más limpio y cristalino a las derrotas olímpicas de los estadounidenses. De todas maneras, si para ganar el oro Teodosic, Raduljica, Djordjevic y compañía deben sufrir como en aquella definición lo hicieron los soviéticos, estamos seguros que no dejarían de firmarlo.

 

Juan Estévez / [email protected]
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