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Drazen Petrovic, el genio de Sibenik que conquistó al básquet mundial

21:46 25/03/2020 | Es considerado uno de los mejores jugadores en la historia del básquet. Falleció trágicamente en un accidente. Una revisión a su carrera.

Petrovic en la cancha (Foto: Marca)

El filósofo Henry Amiel dice que "hacer con soltura lo que es difícil a los demás, he ahí la señal del talento; hacer lo que es imposible al talento, he ahí el signo del genio". Fue por eso que Drazen Petrovic nunca se conformó con sus dotes, el don del baloncesto fue combinado con horas y horas de trabajo duro para tratar de ser cada vez mejor, para tratar de alcanzar la perfección. 

Desde su adolescencia, Drazen se levantaba de madrugada para ir a entrenar. En una región en donde el frío y la nieve son moneda corriente, el genio de Sibenik tomaba sesiones de 500 tiros por día antes de entrar a clases. Era una rutina que practicaba todos los años sin importar qué adversidad se le ponga enfrente y que demostraba que la genialidad sin esfuerzo no es suficiente. 

Alguien que para ganar era capaz de hacer lo que sea. “Si creo que debo encestar 1.000 veces antes de un partido importante, lo hago, y nadie me lo va a impedir. No quiero parecer soberbio, pero lo que soy me lo debo a mí mismo”, decía el croata en 1986, luego de derrotar al Real Madrid. 

Fue campeón de la Copa de Europa, de la Copa del Rey, de las ligas yugoslavas y de muchas otras más, dejando una marca en todos los equipos donde jugó. Teniendo como virtudes la obsesión por el entrenamiento, el cuidado del cuerpo y la búsqueda de la perfección continúa, el croata demostró siempre que para ser el mejor no basta con tener destrezas, sino que para ser distinto hay que internarse en el gimnasio, trabajando horas extras y evitando conformarse jamás.  

Era un competidor nato y un ganador voraz que en la duela no reconocía ni a su propia sangre. Así fue en 1989, cuando durante la semifinal de la Recopa, el Madrid de Drazen visitó a la Cibona de su hermano Aza. Los merengues ganaban por un punto y Petrovic tenía que lanzar dos tiros libres cuando su hermano, sabiendo de que los eliminarían en Madrid, le dijo que falle para que al menos cobren la prima. Drazen lo miró y anotó los dos tiros sin titubear. Otra demostración de esto fue en un partido de Liga Europea entre la Cibona y el Limoges, donde en el minuto 13 los croatas perdían por 19. Entonces apareció Drazen para anotar ocho triples consecutivos y culminar, él solo, un parcial de 24-2 con el que dio la vuelta al partido para darle el triunfo a su equipo. 

Con su querida selección fue uno de los encargados principales (junto a Vlade Divac) de mantener a Yugoslavia por más de diez años en la elite, consiguiendo el oro en el mundial realizado en Argentina y la plata en dos juegos olímpicos. Un jugador que se enfrentó de igual a igual a las potencias de Estados Unidos, ese equipo de los sueños de Barcelona 1992, integrado por superestrellas como Michael Jordan, Magic Johnson y Larry Bird 

Por si esto fuera poco, Drazen se dio el lujo de jugar en la NBA. El equipo en el que recaló: Portland Trail Blazers, donde militaba un jugador all-star llamado Clyde Drexler que, para coincidencia, jugaba en su misma posición. Como consecuencia sus minutos fueron pocos y Petrovic estaba muy frustrado, ya que era alguien inquieto al que no le gustaba permanecer mucho tiempo en el banco.  

Todo cambió cuando decidió irse a New Jersey Nets, un equipo joven y con proyección que le vino como anillo al dedo al croata. Inmediatamente, Petrovic respondió a todo lo que esperaban de él, levantando con creces su nivel y promediando 12.6 puntos por juego. Con la confianza más alta que nunca Drazen se convirtió en el jugador franquicia del equipo, llegando a promediar hasta 22.3 puntos en la temporada 1992-1993 y protagonizando grandes partidos entre los que se destacaban los enfrentamientos ante los Chicago Bulls de Jordan, donde sus mentalidades similares provocaban chispas en la pista y durante los cuales ninguno estaba listo para perder frente al otro. 

Durante el periodo de vacaciones que tenían en la NBA, Drazen decidió irse a Polonia para entrenar con la Selección de Croacia. Lamentablemente, su historia dio un giro el 9 de junio de 1993 cuando se produjo un accidente trágico que conmocionó al mundo de la naranja.  

El fatal siniestro se produjo cuando el conductor de un camión trató de evitar una colisión con otro coche y perdió el control, cruzándose al otro carril y llevándose la vida de Petrovic, el cual estaba dormido mientras conducía su novia, Klara Szalantzy, quien sólo resultó herida, al igual que la otra acompañante del automóvil, Hilal Ebedel, una jugadora turca de baloncesto. Al parecer, la visibilidad ese día era muy mala y Drazen no llevaba cinturón de seguridad. 

Luego de su fallecimiento, todos aquellos que compartieron equipo y que lo conocieron hablaron sobre el suceso, lamentando lo que le pasó y destacando su pasión, su dedicación, su talento y su obsesión por el baloncesto, por ese rectángulo de juego en donde Drazen fue más feliz que nunca, haciendo historia y dando alegría a millones de aficionados alrededor del mundo. Comprendido por nadie, odiado por algunos, respetado por todos. Un mutante ni siquiera considerado para su producción en masa. Raro para vivir, y escaso para morir. 
 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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